Todo esfuerzo tiene una recompensa, pensé el otro día mientras iba de paseo en moto. Hemos tenido un largo y lluvioso invierno, pero el esfuerzo ha merecido la pena. Hacía más de veinticinco años que el agua no corría por el cauce de muchos ríos, era una auténtica delicia contemplar las hoces que iba dejando el caudal del agua, y es que las intensas lluvias de este último mes ha dado paso a un fantástico paisaje lleno de vida. Los ríos y lagunas se han llenado del líquido más preciado de este planeta y con él han venido numerosos inquilinos, aves múltiples, ranas, insectos y un color verde que baña todos los campos de España. El esfuerzo ha sido aguantar día tras día haciendo mal tiempo, con colores grises e incluso con torrentes de agua corriendo por las calles de muchos sitios. Pero después de la locura de la lluvia ha llegado la calma de la primavera que este año ha entrado por la puerta grande con la majestuosidad que la caracteriza. Los árboles están en flor y las siembras comienzan a asomar sus primeros brotes.
Así es la vida, como la primavera, y de verdad creo que todo esfuerzo trae una recompensa implícita. Es importante que cada vez que pasemos por una circunstancia, aparentemente no buena, nos preguntemos, ¿qué he aprendido yo de esto? Porque, sinceramente, y bajo mis años de experiencia, siempre, absolutamente siempre, aprendemos algo. Quizás, a veces, lo que aprendemos es a saber lo que no queremos en nuestra vida, o a tener más claridad sobre qué es lo que sí queremos. Pero sobre todas las cosas, lo que en cualquier situación nos ocurre es que nos conocemos mejor a nosotros mismos. Cada vez que sorteamos un contratiempo, cada vez que nos enfrentamos a una dificultad, nos conocemos mejor como personas.
El ser humano necesita retos, necesita cosas más grandes que el día a día para sentirse vivo. Venimos a este mundo y desde pequeños nos van cargando con mochilas que pesan demasiado, según vamos creciendo, nosotros nos cogemos aún más mochilas, hasta que llega un día que el peso es tal que estallamos, o nos rompemos por dentro, entonces ocurre lo que algunos llaman “la oscuridad del alma”. Os aseguro que es en esos momentos donde una persona se puede conocer mejor, donde podemos llegar a sacar los mejor de nosotros y la gran oportunidad de nuestra vida para liberarnos de lo que ya no nos pertenece. La vida nos prueba y nos va dejando pistas de lo que ya no necesitamos, de qué aspectos de nuestro ser necesitan expandirse y crecer y estar atentos para reconocerlos es un arte que merece la pena practicar.
Después de cualquier tempestad viene siempre la calma y bajo mi punto de vista la hora de recoger la sabiduría de los frutos que nos reportan los tiempos meritorios. No existe nada imposible, ese concepto si lo pensamos un poco no existe, todo es posible, quizás solo necesitamos más tiempo para lograrlo, o como dicen algunos, más vidas. Cuando alguien me dice que algo es difícil le explico la diferencia entre merito y dificultad. Cuando algo cuesta y después lo logras has conseguido un mérito, por lo tanto esa acción fue meritoria, no difícil. A veces, simplemente el hecho de cambiar nuestro vocabulario ayuda también a cambiar la forma en que nuestra mente interpreta el mundo. Por ello te invito a quitar de tu vocabulario la palabra “difícil” y sustituirla por “meritorio”, vete a por méritos, enfréntate a los retos de la vida y descubrirás un mundo lleno de aventuras y pasión por vivir.
Disfruta la primavera, disfruta el final de las lluvias y que la energía del sol inunde tus días.