Amar sin Adueñarse

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Amar al otro sin adueñarse de él. La falta de alteridad en una relación, es decir, la incapacidad de entender que la otra persona es un ser independiente y distinto a uno mismo lleva a un afán de posesión que pone en peligro el vínculo. El amor supone un aprendizaje de la Libertad. Aceptar que el otro tiene deseos propios, qué pueden incluir nos o no, sin que eso sea vivido como un ataque personal digno de venganza.

A veces se establecen alianzas entre dos personas que resultan extrañas a observadores más sensatos, como cuando dos personas deciden casarse sin darse tiempo para conocerse. Algunos se dejan llevar por el flechazo qué es la forma en la que se evidencia más el engaño del enamoramiento, un engaño siempre presente que hace que se perciba al otro no como es, sino como nos gustaría que fuese.

Es propio del enamoramiento construir un escenario imaginativo en el que interpretamos que el comportamiento del otro responde perfectamente nuestras necesidades y deseos. Si por ejemplo, un hombre quiere tener toda su vida bajo control elegiría como pareja a una mujer a la que le atribuiría unas características de sumisión, sinceridad, transparencia, lealtad y fidelidad. Sería incapaz de imaginar que ella pudiera tener algún secreto o algún deseo propio que no lo incluyera. Se trataría de un caso de negación de la alteridad, pues toda alteridad supone una distancia entre el propio yo y el del otro.

Cuando estás en yo se rompe el espejismo que hace ver al otro como el reflejo de uno mismo, lo que es fuente de conflictos. La ilusión de hacer de dos uno sólo es bastante común en la pareja, no advertida y se refleja en el dicho popular de encontrar la media naranja. Dos mitades que al juntarse forman un todo, pero la realidad es otra como lo demuestran los desencantos que se dan cuando se supera la etapa del enamoramiento, esa etapa que impide ver al otro cómo es realmente. Una mujer que quisiera sentirse protegida podría decantarse con facilidad por un hombre que exhibirá signos de poder, tanto económico como de fuerza de carácter y confundir insensibilidad con fuerza, justamente por no haberse dado tiempo a ver cómo era el otro, después de ese periodo tan engañoso donde sólo se ve lo que le gustaría ver, confundiendo las proyecciones de deseos propios sobre el otro, con sus verdaderos rasgos.

Muchas veces se define el enamoramiento como un estado de enajenación transitoria. Si después de un tiempo no cae la venda que nos ciega, es probable que exista una fractura en nuestro psiquismo, alguna patología más o menos seria. Intensificar la vertiente posesiva sobre el otro implica un fallo en la distancia necesaria para respetar su espacio personal, su tiempo, su necesidad de apoyarse en otros vínculos. Quién es posesivo cree que su pareja sólo debería sentirse pleno con su presencia. Evidentemente hay grados en esa negación del otro, en la psicosis, la frustración amorosa, el desengaño o el ser abandonado por la persona amada puede provocar un odio creciente.
El amor supone un aprendizaje de la Libertad que no significa falta de compromiso sino un aceptar que el otro tenga deseos propios que pueden incluir nos o no sin que eso sea vivido como un ataque personal.

Todos tenemos derecho a abandonar un vínculo cuando no nos satisface, quién se siente incapaz de hacerse cargo debe responsabilizarse por ello en lugar de culpar a la persona que lo abandona. El aprendizaje de la alteridad es un proceso largo y difícil entra en el terreno resbaladizo del amor, pero es necesario si se quieren establecer relaciones sanas y respetuosas.

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Blanca Holanda. escritora de libros y novelas tales como: La coleccionista de sensaciones o Clandestina

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